Minutos antes de entrar al teatro mi mente solo pensaba en ti por inercia, era como una obligación revivir esos recuerdos y promesas donde me decías que estarías allí gritando con locura mi nombre, se que tu más que nadie querías asistir y aun así sentí tu presencia por todo el lugar. Cuando se dio inicio a caminar, de pronto paso por todo mi cuerpo una satisfacción enorme al escuchar todo esos aplausos, y ver a todos esos padres muy conmovidos por sus hijos graduados. Mi madre no dejaba de observarme con esos ojos brillantes y saltones, notaba su expresión de orgullo hacia mi y fue por ese hermoso rostro por el que estoy aquí. En su totalidad, el evento fue muy protocolar y preciso, pero algunas palabras flotaban por el ambiente haciendo que más de uno se sintiera seguro. Nos identificábamos como todos unos héroes, como si fuéramos la salvación de nuestra cuidad y todos estuvieran su atención sobre nosotros. Las luces por doquier y fotografías sin cesar hicieron nuestro día aun más perfecto; hicieron que todos esos desvelos, mal gustos, esfuerzos, y esa constancia valieran la pena. Ahora puedo respirar hondo y finalmente decir, ¡ME GRADÚE CARAJO!
Con cariño, JAY.
No hay comentarios
Publicar un comentario